—¿Qué? ¡No! —Empezó a dar golpes.
La cogí de la cintura y la retiré de la puerta.
—Tranquila. No te oyen.
—¿Cómo lo sabes? —me preguntó, nerviosa.
—Ya te abrían contestado.
Lali resopló y se retiró el cabello de la cara.
—Mierda, tengo que estar en casa a las nueve, sin falta.
Yo también tenía que estar en su casa, a las diez. Angelo nos había invitado a
cenar para ultimar la fiesta de Adriano Amadeo y hablar de… negocios. Pero al parecer, Lali no lo sabía.
Se detuvo para mirarme. Parecía frustrada.
—¿Por qué siempre que estás cerca me meto en un lío?
—¡Eh, que yo ahora no he tenido la culpa!
Miró a su alrededor algo desesperada. Yo sabía qué ocurriría si llegaba tarde a
su casa. Conocía a Angelo tan bien como a mi padre y sabía cómo se las gastaba.
Además, siempre había tenido la sensación de que a Lali no le tenía la misma estima
que a Josefina. A su hija mayor la adoraba, pero a Lali… Era extraño, apenas solía
hablar de ella, y si lo hacía no era con mucho afecto.
—Tengo que salir de aquí como sea. —Volvió a tocarse el pelo.
Me mordí el labio contemplando su figura, pero no era el mejor momento para
detenerse a pensar en lo buenísima que estaba. Me acerqué a la mesa y comencé a
recoger sus libros. Lali me observó extrañada.
Cerré la cartera y la escondí en una estantería.
—¿Qué haces? —preguntó, apartándome e intentando coger sus cosas.
Retiré sus manos.
—Quieres salir de aquí, ¿no? Pues no podemos dejar huellas si no quieres que te
expulsen.
—Ellos saben que estoy aquí.
—Al parecer no es así. —Miré hacia la ventana. Llovía con fuerza.
—¿Qué plan tienes, genio?
—Saltar por la ventana.
Me dirigí a la ventana y la abrí de par en par. Solo había unos metros, así que no
nos costaría bajar ayudándonos del alféizar que había más abajo.
—¡¿Qué?! ¡Estás loco!
Me acerqué a ella y la cogí del brazo. La arrastré hacia la ventana.
—Escúchame, me apoyaré en ese saliente de ahí. —Le señalé el alféizar que solo
estaba a metro y medio—. Después sales tú, te ayudaré. Vamos.
—Ni de coña. Llevo falda ¿sabes?
Me reí y me giré para observar su falda.
—Ya he visto antes unas braguitas —dije con sorna—, no voy a asustarme.
—Pero nunca has visto las mías.
«Qué más quisiera yo».
Me descolgué sin problemas mientras Lali observaba. Levanté la vista hacia
ella y le extendí la mano.
—Te prometo que no miraré.
—Mentiroso. —Tragó saliva.
—Confía en mí, La —le dije. Mi voz sonó dulce y relajada.
Ella me miró dudosa, pero terminó cogiendo mi mano para ayudarse a llegar
hasta mí. La sostuve contra mi pecho en cuanto lo logró.
—Bien, ahora saltaré y después te lanzarás a mis brazos. Yo te sujetaré —dije.
En ese momento, descubrí que las limpiadoras ya estaban saliendo del colegio,
lo que significaba que pronto se activaría la alarma. Concretamente, en cuanto el
encargado cerrara la verja principal.
—No tenemos tiempo, la alarma saltará en cualquier momento.
Así fue. La alarma empezó a aullar por culpa del portazo de la ventana. Nos
desequilibramos y Lali resbaló. Pude coger su brazo y sujetarme a la ventana.
Comenzó a chillar y a moverse.
—¡No me sueltes, Peter! —gritó.
—¡No lo haré, Lali, pero si te mueves de esa forma no podré sujetarte! —dije
nervioso porque se podía resbalar.
Nuestras manos estaban empapadas y se iban escurriendo lentamente.
Debía actuar deprisa. Y antes de que pudiera darse cuenta, alcé su cuerpo a
pulso y la lancé contra mis brazos. Ella se sujetó con fuerza a mi chaqueta, jadeante.
—Tenemos que salir de aquí —dije.
Jajjajajja,me encanta .
ResponderEliminarTodas las situaciones a favor d Peter
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ResponderEliminarSubi mas
ResponderEliminarMas mas mas mas
ResponderEliminarSigueeee por favor
ResponderEliminarcuando la seguis?
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