Peter
Recorrí el aparcamiento con la voz de Yeyo tras de mí explicando algo sobre
una chica de primero. No le gustaba demasiado, pero sí lo suficiente como para tener algo con ella más allá de… los besos. A Luca, sin embargo, no le hizo gracia que Yeyo estuviera tan entusiasmado. Un entusiasmo, por cierto, algo exagerado para ser real. A mí no me la daban, yo sabía que Yeyo también sentía algo por Luca.
Vico le dio algunos consejos sobre cómo lanzarse a por todas, y le animó a que
quedara con ella. Yeyo era el único virgen de los cuatro. También, el único que no había
repetido el último curso. Llegué a mi moto y lancé la cartera sobre el sillín. Estaba
lloviznando y pronto caería una buena tormenta. Pensé que hubiera sido mejor traer el Bugatti Veyron.
Al girarme, vi que Nico se acercaba; iba discutiendo con Martina. Tras ellos,
Candela tarareaba una canción. Vico se puso tenso en cuanto esta le miró por debajo de
su flequillo negro. Llevaban más de un año reprimiéndose y todos esperábamos el día
en que se lanzarían a por todas. Pero parecía no llegar nunca. Suspiré y sonreí antes de
darme cuenta de que Lali no estaba con ellos.
Ahora era yo quien se ponía tenso, pero nadie lo percibió. Me apoyé en la moto
y me crucé de brazos.
—Creo que os habéis olvidado a la Jaqueca —bromeé mientras Luca se colocaba
a mi lado.
Sentí la urgencia de saber dónde estaba.
—No la llames así —Candela me dio un pequeño palmetazo en el brazo.
Era increíble lo bien que habían encajado Cande y Lali.Martina llevaba casi un
año en el grupo y no había terminado de intimar con ella. Siempre había creído que
Luca era el que mantenía aquella relación. Pero con Lali era todo lo contrario.
—Se ha ido con Benjamín —dijo Candela, que enseguida se dio cuenta de que
no me había gustado el comentario.
Quería indagar más. Así que la cogí de la mano y la arrastré hacia un lado; ella
soltó un pequeño grito. La rodeé con mis brazos y la abracé mientras escuchaba su risa en mi hombro. Adoraba a esa niña. Era como la hermana que nunca tuve y ella lo sabía desde que éramos niños. Fue la única chica de nuestro grupo hasta que descubrimos que Luca era igual que ella.
—¿Cuándo se ha ido? —le pregunté sin separarla de mis brazos.
Nadie parecía darse cuenta.
—Hace unos minutos. —Me miró con el ceño fruncido—. Esta tarde vendrá a
estudiar a la biblioteca. Sobre las seis o las siete. Sé bueno. —Se apartó de mí unos
centímetros, pero no me soltó—. ¿Qué te ocurre con ella?
—Te prometo que cuando lo averigüe te lo digo.
Luca se acercó a nosotros.
—¿Qué cotorreáis?
—Nada. Le decía a Peter que debería aprender de Lali. —Su mirada se
dirigió a Luca, pero enseguida volvió hacia mí para añadir—: Tú también estás
castigado.
—Lo sé, pero ¿cuándo me ha importado? —pregunté mientras me acercaba a la
moto y me montaba en ella—. Me voy, nos vemos luego —me despedí de mis amigos
mientras arrancaba.
Eran casi las ocho y aún estaba decidiendo si ir o no al colegio. En realidad, no
tenía motivos para aparecer por allí, pero me moría de ganas de hacerlo.
Me lancé escaleras abajo.
Cogí mi moto y salí de la Fontana di Trevi sintiendo la lluvia y su nombre
palpitar en mi pecho. ¿Por qué demonios ocupaba todos mis pensamientos?
Ni siquiera me di cuenta de que ya entraba por la calle del colegio.
Me detuve. Las ruedas chirriaron sobre el asfalto. Me bajé de la moto
decidiendo que lo mejor sería entrar en el San Angelo por la parte de atrás. Ya no
quedaba casi nadie en el colegio, pero no quería que me viera nadie. No podía ser visto yendo en busca de una chica cuando nunca antes lo había hecho. Sin embargo,
necesitaba… verla. Joder, estaba peor de lo que imaginaba.
Salté la verja, con un salto rápido y ágil, y recorrí la pista de fútbol. Atravesé el
patio y entré en el gimnasio. Las luces estaban apagadas y fuera ya era de noche, así que me costó cruzar aquel enorme lugar. De fondo, escuchaba el agua de la piscina
cubierta.
Al salir, atravesé el pasillo y subí deprisa las escaleras antes de que pudiera
encontrarme con alguna mujer de la limpieza. No era la primera vez que me colaba y tampoco la primera que me descubrían. La última vez fue cuando me expulsaron unasemana por hurgar en los archivos del despacho del director. Por ese motivo, repetí segundo y conmigo, Nico y Vico. Hay que hacer constar que ellos tuvieron la idea.
Llegué al primer piso. No había nadie, pero sí percibí el sonido de unos folios al
moverse. Venía de la biblioteca. Me acerqué sigiloso y asomé la cabeza por la puerta.
La vi allí sentada. Estaba concentrada en la libreta y escribía con rapidez. Su cabello se
extendía por la espalda y algunos mechones reposaban sobre la mesa. Se humedeció
los labios.
Procuré no hacer ruido al entrar. Me acerqué lentamente hasta apoyarme en la
mesa que ella tenía delante. Crucé las piernas e hice lo mismo con los brazos
apoyándolos sobre mi pecho. Fue entonces cuando Lali se dio cuenta de mi
presencia.
Frunció el ceño y me miró de arriba abajo. Su mirada me recorrió suave y
lentamente. Demasiado despacio. Me gustó. Aquel era el tipo de mirada que yo
empleaba y, hasta ese momento, no había visto a nadie hacerlo del mismo modo.
Apreté los labios y ella torció el gesto; volvió a examinarme. Le gustaba mi
cuerpo.
—¿Disfrutas? —pregunté, aunque sabía que así era.
Volvió a humedecerse los labios. Cualquier movimiento que hiciera me
resultaba provocador, demasiado para alguien como yo. Me fue muy difícil apartar de mi imaginación escenas más subidas de tono.
—¿Te gustaría que así fuera?
«Genial», pensé.
Si pensaba que era una descarada, estaba en lo cierto. Aquel comentario me
recordó demasiado a mí.
—¿Qué haces aquí?
—Daba un paseo —contesté, observando su cuerpo.
Ella dio un pequeño golpe en la mesa con el bolígrafo. No le sentó bien que la
mirara de esa forma, pero tampoco podía quejarse, ella había empezado.
—Sería de gran ayuda que te largaras.
—No me apetece ayudarte. Quiero decir, no pienso irme.
—Te he entendido —alzó un poco la voz—, pero me da igual lo que te apetezca
o no. Lárgate.
—También es mi colegio.
Cerró los ojos y suspiró. Se estaba controlando y eso era exactamente lo que no
quería que hiciera. Comenzaba a extrañarme que no utilizara su prepotencia.
—¿Quién viene a recogerte? —volví a preguntar.
—¿A ti qué te importa? —Por su tono de voz supe que comenzaba a ofuscarse.
Mi presencia la incomodaba tanto como a mí la suya.
—No me importa, es solo que te vas a mojar —dije.
Sí me importaba, si era Benjamin quien iba a ir a buscarla. Pero lo que más me
molestaba era que me mortificara que Lali tuviera vida sentimental.
Miró la ventana y maldijo algo que solo ella comprendió. Seguramente
mascullaba en alemán, pero no alcancé a apreciarlo. Suspiró y se volvió hacia mí.
—No sabía que el agua comiera. —Entrecerró los ojos y se le escapó una sonrisa insinuante. Joder. ¿Por qué tuvo que decir eso? Lali no sabía lo que la palabra
«comer» podía llegar a significar en aquel momento. Me mordí el labio—. Además,
puedo coger un taxi.
—¡Genial! Que te vaya bien con la física. —Comencé a caminar hacia la salida.
—Peter, te recuerdo que este trabajo es un castigo y que tú también lo
tienes.
Me encogí de hombros y decidí irme justo en el momento en que se oyó el
sonido de la puerta al cerrarse desde fuera. Una de las señoras de la limpieza nos había
encerrado en la biblioteca. Tal vez llevara los auriculares puestos, o quizá fuera un
poco corta, pero el caso es que no se había dado cuenta de que había gente dentro.
Lali levantó la mirada y me observó, expectante.
—Espero que no sea lo que creo que es —dijo, con un hilo de preocupación en
su voz mientras se levantaba de la mesa y caminaba hacia mí.
—Me temo que sí.
Hola carmenn subiiii i++++++
ResponderEliminarJajjajajjaja,k nochecita les espera.
ResponderEliminarAhora empieza lo bueno jajaja...una noche juntos...
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