Lali
—¡¿En qué estás pensando?! ¡Tenías espacio suficiente para esquivarme,
imbécil! —le grité.
Con furia, tiré al suelo el vaso de cartón. El poco líquido que quedaba terminó
en nuestros zapatos. Él echó a caminar como si nada. Ni siquiera hizo el intento de
disculparse.
Avancé dando zancadas y le cogí del hombro obligándole a darse la vuelta. Se
giró con pose arrogante, solo que esta vez frunció el ceño y los labios. Estaba molesto.
Con un gesto déspota, se retiró dejando mi mano en el aire. Por primera vez en mi vida
me vencía la sensación de inferioridad. Media cafetería observaba expectante.
—¿Es que ni siquiera piensas pedir perdón? —pregunté, inventándome una
seguridad que no existía. Él suspiró y comenzó a negar con la cabeza, lentamente.
—Dudo que lo merezcas —contestó con una voz grave.
Pestañeé varias veces mientras digería lo que acababa de escuchar. Aquel tío
dejaba de ser un imbécil para convertirse en el capullo más grande que había conocido.
—No solo te falta inteligencia sino también vergüenza —espeté, sabiendo que
eso terminaría de crisparle los nervios.
Apretó la mandíbula y acortó la poca distancia que nos mantenía separados con
un decidido paso.
—Si no te hubieras interpuesto en mi camino, ahora no estarías aquí esperando
una disculpa —susurró pegado a mi mejilla y totalmente irritado—. Créeme, no voy a
dártela. —Su nariz rozó mi mandíbula.
—¿Crees que me acobardas con esa fachada de tipo duro, chulo y descarado?
Pues te equivocas —le dije con voz contenida.
—Lo único que sé es que eres una jodida jaqueca.
¿Acababa de llamarme jaqueca? Será capullo. Me cago en…
—¿Cómo dices? —Casi me sale un tartamudeo.
—Te lo diré de otra forma. Estás comenzando a provocarme dolor de cabeza
me habló como si fuera una niña de tres años.
—No lo tendrías si no hubieras metido tus narices en esta mesa —casi grité.
Candela me cogió del brazo y me arrastró condescendiente.
—Para ya, Peter —le dijo.
Este suspiró, le sonrió y le guiñó un ojo. No comprendía cómo demonios Candela lograba llevarse así de bien con él.
Volví a clase.
Cuando escuché el último timbre del día, recogí mis cosas aprisa y salí del
aula. No quería hablar más con Peter, así que mejor evitar la ocasión. Candela me
siguió arrastrando su cartera a medio cerrar.
—¡Espera! —exclamó alcanzándome—. Chica, ¡qué prisas!
—No quiero tener que volver a cruzarme con Peter.
—Vamos, tranquila, Peter no es tan capullo como crees.
Puse los ojos en blanco.
—Será contigo. Cada vez que me ve intenta fastidiarme y eso me incomoda,
¿sabes? Es muy difícil estar cerca de él. Ya ni te cuento si se sienta a tu lado.
Candela se quedó pensativa mientras bajábamos las escaleras. No vi a Martina ni a Luca; seguramente ya estarían abajo.
—Lo extraño de todo esto es que nunca se había comportado así con una chica
—comentó Candela, como si siguiera una conversación con ella misma—. Él no se anda con rodeos. Si le gusta alguien, se lo dice y después… bueno después…
—Después se la lleva a la cama, ¿no es así? —terminé por ella—. Supongo que
ni siquiera hay primera cita.
—Con Peter las cosas no funcionan así. Él es diferente. No se compromete.
Nunca ha tenido novia y tampoco quiere tenerla. Eso lo saben todas las chicas del
instituto.
La miré incrédula. En realidad, no terminaba de comprenderla.
—Vale, y ¿qué me quieres decir con eso?
—Pues que es raro que Peter te esté molestando. Él pasa de esas cosas. —
Candela frunció el ceño.
¿Qué pretendía decirme? ¿Qué excepción estaba haciendo Peter conmigo?
—¿Crees que trama algo? —pregunté.
—Es capaz de cualquier cosa, así que no me extrañaría. —Entrecerró los ojos—.
Está claro que tú eres diferente, Lali.
—¿Diferente? —Arqueé una ceja antes de que se acercara a mí con una sonrisa
pícara.
—Sí… —Me miró pensativa y tomó aire antes de hablar—. Mira, Lali, conozco a Peter mejor que a mi hermano. Sé de sus rollos, de sus peleas, de sus problemas… Lo sé todo de él y de sus amigos porque también son los míos desde hace mucho tiempo. Son mis mejores amigos, él es mi mejor amigo, pero no tengo ni la menor idea de por qué se está comportando así contigo.
Desvié la mirada, indecisa. No conocía a Candela, pero me daba la sensación de
que se estaba enfadando conmigo y eso era lo último que quería. Yo solo necesitaba
saber por qué Peter actuaba de este modo.
—Lo siento, Cande. No quería importunarte.
—Pero ¿qué dices? No estoy enfadada. Dios, perdóname si te he dado esa sensación, no era mi intención. —Me agarró del brazo antes de darme un beso—. Solo
intentaba decirte que no se me ocurre ningún motivo para que Peter se comporte
así.
—Me dejas más tranquila.
—A menos que…
—¿Qué?
La sonrisita juguetona de Candela me desquició. Me daba a entender muchas
cosas, pero ninguna de ellas me concretaba nada.
—Te diré una cosa y espero que no te moleste. —Humedeció sus labios—. Eres
exactamente igual que él, pero en versión femenina y algo menos chula.
«¿Iguales? Joder, lo que me faltaba, parecerme a ese capullo», pensé.
—¡Venga ya! —le dije.
Candela soltó una carcajada. Ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos
llegado a la entrada del colegio. Bajé las escaleras y salí al patio exterior donde me
despedí de mis amigas. Martina continuaba seria, pero prefería esperar a llamarla para
hablar con tranquilidad. Le guiñé un ojo antes de ver a Benjamin apoyado en su
impecable Aston Martin verde oscuro. Iba vestido con unos vaqueros y un polo blanco
que marcaba cada músculo de su cuerpo.
Pestañeé sorprendida cuando mi prima pasó por mi lado.
—¡Que tierno! Benja ha venido a recogerte —dijo poniendo aquella estúpida voz de niñata—. Es una pena que no sepas complacerle.
La miré y forcé una sonrisa.
—¡Qué lástima! Me prefiere a mí en vez de a ti. Así que algo tendré que le complazca, ¿no crees?
Me marché caminando con paso firme. Euge vivía enamorada de Benjamín desde hacía unos años, pero, por lo que sabía, no había logrado nada con él. Así que mi comentario le tenía que haber hecho daño. «Te aguantas», pensé.
Mientras me acercaba a Benjamín vi a Peter al final del jardín. Hablaba
con Nicoo y Yeyo (Vico se había ido con Candela en la moto). De repente, miró hacia mí sin dejar de hablar. Estaba lejos, pero no tanto como para no ver su mirada intensa y
acusadora. Suspiró y se quitó la chaqueta del uniforme con cierta furia. Para él, un
ademán típico, para mí, un gesto de lo más excitante. La cintura del pantalón se le
ceñía a la cadera y marcaba sus piernas.
¿Por qué demonios estaba tan bueno?
Llegué al Aston Martin, donde Benjamin me esperaba con una encantadora
sonrisa.
—¡Hola! ¿Como tú por aquí? —dije mientras él me cogía de la cintura y me
daba un abrazo más típico entre las parejas de enamorados que entre amigos.
Además, nosotros solo éramos conocidos. Apenas habíamos tenido trato y
Benja ya se tomaba ciertas confianzas.
Pude ver de soslayo cómo Peter se mordía el labio. Ahora le tenía más cerca y algo me dijo que no le sentaba demasiado bien que estuviera en brazos de Benja, así que decidí alargar el momento.
Solté la cartera en el suelo y estiré lentamente mis brazos hasta rodear el cuello de Benjamín. Cerré los ojos cuando me besó en el cuello. Le sonreí cuando los abrí.
—Quería darte una sorpresa. ¿Te apetece que comamos juntos? —me propuso,
resistiéndose a soltarme.
Peter había desaparecido de mi campo de visión.
Ya era demasiado tarde para volver atrás, así que no me quedó más remedio
que aceptar la invitación. No quería intimar con Benja, pero después de haberle
utilizado me sentí en el compromiso de acceder.
Me monté en el coche y bajé la ventanilla. Benja arrancó el motor. La
música de su reproductor saltó donde la había dejado antes de detener el vehículo.
Sonaba una de las canciones del nuevo disco de Shakira: Rabiosa.
Alcé las cejas, incrédula.
—¿Te gusta Shakira? —pregunté.
—No más que tú.
Perfecto. Tuve que girar la cara para que no percibiera lo poco que me había
gustado el comentario.
Antes de dejar la calle, escuché el rugido de un motor inconfundible: Bugatti
Veyron. No sé cómo lo supe, pero estaba segura de que al volante de esa maravilla se
hallaba Peter.
Así fue. Se colocó justo a mi lado haciendo gala una vez más de aquella mirada,
tan bonita como inescrutable. Tenía una mano sobre el volante y la otra en la
ventanilla. Un cigarrillo colgaba de sus labios.
—¡Rabiosa! —exclamó mientras echaba la cabeza hacia atrás y empezaba a
mover los hombros de un lado al otro. Ni siquiera el cachondeo restaba sensualidad a
sus movimientos, perfectamente acompasados con la melodía—. Dime, Lali, ¿me morderías la boca?
Un extraño resquemor a medio camino entre el odio y la excitación me recorrió
el cuerpo. Le miré encolerizada.
—Tendrás que descubrirlo tú mismo.
¡Dios! Si le odiaba, ¿por qué no podía evitar imaginar esa situación? Sí que le
mordería la boca, sí…, entre otras muchas cosas.
«Estás loca. Esto no puede ser. Mándalo a la mierda. Es un imbécil», me decía a
mí misma tratando de hacer entrar en razón a mis pensamientos.
Nico comenzó a aullar y levantó su puño con el pulgar hacia arriba. Iba sentado al lado de Peter y mostraba la misma chulería que su primo.
—Benja, deberías acostumbrarte a saludar, ¿no crees? —dijo Peter.
Benja se echó para adelante y le lanzó una mirada iracunda. Peter siguió mofándose. Ya había oído dos se odiaban, pero no me imaginé que uno de sus piques me pillaría a mí en medio.
—Lo que creo es que va siendo hora de que te acostumbres, Peter.
Peter apretó el acelerador retando a Benja a una carrera. Al menos eso
parecía. Benjamin le imitó. Le miré con los ojos abiertos de par en par. La risa de
Nico llegaba clara. Al parecer, él sabía quién iba a ganar: confiaba en su primo y en
aquel pedazo de coche.
—Ni se te ocurra, Benjamín —dije algo timorata. Eran coches muy potentes y
una calle muy estrecha.
—Haznos un favor a los dos y ¡cállate! —gritó acelerando.
No me dio tiempo a enfadarme por el comentario. Me estampé contra el asiento
antes de ver cómo Peter nos adelantaba magistralmente y salía disparado.
Benjamín tuvo que frenar y comenzó a maldecir una y otra vez mientras el
Bugatti negro se perdía rugiendo como solo él podía hacerlo.
Sonreí en mi fuero interno. Sin saber muy bien por qué, me alegraba de que
Peter ganara aquella extraña competición.
un idiota Benjamín.Ese callaté!,espero k Lali no lo pase x alto.
ResponderEliminarJajajajaja,hasta Cande comienza a sospechar del comportamiento d Peter con Lali.
Gracias!!!
ResponderEliminarPerdón por dessparecer... Pero otra vez he tenido que ponerme al día... Odio a Benjamín...me encanta, sigue la pofa
ResponderEliminar